Las piñas naturales son muy fáciles de encontrar, de hecho si no tienes oportunidad de recogerlas directamente de los árboles las puedes adquirir en muchos establecimientos, los cuáles aprovechan para venderlas especialmente en épocas navideñas, pues son ideales para colocarlas como centros de mesa o para adornar jarrones o casi cualquier cosa que se os ocurra. ¡¡Mirad la cantidad de ideas que he encontrado!!

Ya véis que hay muchísimas posibilidades para decorar con piñas, solo es cuestión de tener un poco de imaginación. Y ya por fin os presento a mi familia de pequeños duendes, aquí los tenéis:
¿Qué os parece? Los he hecho con materiales muy sencillos, además de las piñas he utilizado cuentas de madera, fieltro y lana, ¡¡y este es el resultado!! Son ideales para colocarlos en el árbol de Navidad, en una estantería, sobre la chimenea y en cualquier rincón que se os ocurra. Lo mejor de todo es que cada uno de los duendes es único, pues cada piña tiene una determinada forma y tamaño, y eso los hace aún más especiales. Así que espero seguir aumentando la familia de duendes :)
Y para terminar os dejo con un relato de duendes muy especial... ¡Hasta la próxima!
Hace muchos miles de años, un poco antes de que la humanidad
existiera, se reunieron varios duendes para hacer una travesura
Uno de ellos dijo:
- Pronto serán creados los humanos, serán una perfecta obra
divina, deberíamos quitarles algo, pero… ¿qué?
Después de mucho pensar uno dijo:
- ¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema
va a ser en dónde esconderla para que no la puedan encontrar.
Propuso el primero:
- ¡Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del
mundo!.
A lo que inmediatamente repuso otro:
- No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede
subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está.
Luego propuso otro:
- Entonces ¡vamos a esconderla en el fondo del mar!
Y otro contestó:
- No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien
construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará.
Uno más intervino y dijo:
- Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
Y le dijeron:
- No, recuerda que les han dado inteligencia, y un día alguien
va a construir una nave en la que puedan viajar a otros planetas y la van a
descubrir, y entonces todos tendrán felicidad.
El último de ellos era un duende que había permanecido en
silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás
duendes.
Analizó cada una de ellas y entonces dijo:
- Creo saber dónde ponerla para que realmente les cueste
muchísimo trabajo encontrarla…
Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:
- ¿Dónde?
El duende respondió:
- La esconderemos dentro de ellos mismos… estarán tan
ocupados buscándola fuera, que algunos nunca llegarán a encontrarla…
Todos estuvieron de acuerdo y, desde entonces, ha sido
siempre así:
“El hombre se pasa la vida buscando la felicidad, sin saber
que la trae consigo”